Mayra Vineya / Expresión Escrita

La palabra encanta y conmigo lo hizo hace ya algún tiempo. Cartas, cuentos, diálogos, se construyen a su antojo y yo soy su instrumento que se deja llevar por el ritmo de sus sílabas. Construyo narraciones desde que aprendí a escribir. El lenguaje no tiene como fin solamente la comunicación. Para mí el lenguaje se arma de vida propia en cada texto, no cuenta historias, se hace la historia misma. Las palabras son parte de, construyen a los personajes, se adaptan a ellos, se adecuan, se complementan. Son siempre exactas y puntuales.

Me han pedido más de una vez describir lo que hago, siendo sincera no lo he logrado. Lo que escribo es lo que soy y lo que nunca seré, lo vivido y lo que desearía vivir. Lo que es escribo es aquello que siento, que pienso, que sueño. La metáfora es la más fiel de mis herramientas y pocas veces hago uso del realismo. Mi arte es el de una eterna novata que esta siempre en el camino de encontrar lo que siempre quiso escribir.

El arte...
A menudo cuando se me pregunta qué es para mí el arte sonrío despacio y parpadeo rápido. Nunca he entendido el arte como un qué, pero la he sentido como un cómo. Arte como creación y reflejo, como válvula de escape. Arte como creador y espectador. Arte como un mundo propio que nos come y se deja ser comido a su vez. Arte como deseo y placer, pulcritud y cinismo. Arte como macro y micro cosmos. Pantalla que observamos callados o escenario en que nos sumergimos y gritamos. Escape y guarida. Arte vas más allá de versos, brochazos, piruetas o contrastes. Arte es la metamorfosis del individuo a la creación. El artista se parte, se quiebra, se destruye a sí mismo. Se construye en la obra, se inventa. Se permite morir y nacer y volar cuantas veces le plazca. Y esa es la maravilla de crear. El que crea arte se crea como más que individuo. Se hace omnipresente. Se deja y se toma. Se eterniza y eterniza aquello que es parte de él. El arte libera y ata, pero te mata tan lento como le puede ser posible, y en ese asesinato más dulce y placentero que realmente macabro se deja ver benevolente y sincero y te enseña de la vida y de vivir. Arte cómo aquello que en parpadeos rápidos gira, se revuelca, cambia e hipnotiza.

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